Pasado, presente y futuro: La Eternidad de Iron Maiden

 


El pasado domingo, el estadio Tomás Adolfo Ducó de Huracán se convirtió en el epicentro de la mística y la épica del heavy metal. Más de 45.000 fanáticos, en comunión con una de las bandas más legendarias del género, vivieron un espectáculo que quedará grabado para siempre en la memoria colectiva del público argentino.

Las puertas del estadio se abrieron a las 18:00 horas, y el primer gran estallido de energía llegó de la mano de Malón, banda soporte que demostró por qué es uno de los estandartes del metal nacional. Con un set sólido y cargado de potencia, Malón encendió la llama a partir de las 19:30, preparando el terreno para lo que sería una noche histórica.

A las 21:00 en punto, la oscuridad del estadio se llenó de expectativa cuando comenzó a sonar la grabación de "Doctor Doctor", el preludio clásico que marca la entrada de Iron Maiden. El rugido del público se transformó en un grito ensordecedor cuando las primeras notas de "Caught Somewhere in Time" resonaron en el aire, abriendo el show con una explosión de nostalgia y novedad: era la primera vez que esta canción se interpretaba en Argentina.


El concierto estuvo dividido en tres partes: cinco canciones del emblemático álbum Somewhere in Time (1986), cinco de su más reciente trabajo Senjutsu (2021), y cinco clásicos imperecederos. Entre las sorpresas más celebradas, "Alexander the Great", largamente esperada por los fanáticos, finalmente hizo su debut en suelo argentino, desatando un aluvión de emociones.


Uno de los momentos más icónicos de la noche llegó con "Stranger in a Strange Land", donde apareció en escena Eddie Cyborg, el célebre personaje de la banda, luciendo su sombrero y saco futurista. Más tarde, durante "Heaven Can Wait", Eddie protagonizó un duelo de disparos con Bruce Dickinson. El vocalista, siempre teatral y carismático, respondió con una torreta, llevando el enfrentamiento a niveles cinematográficos que dejaron a la audiencia sin aliento.


La primera vez que "The Writing on the Wall" sonó en Argentina fue un momento de conexión pura entre la banda y el público. La canción, que mezcla las raíces del heavy metal con un tinte de western épico, llevó a los fans a un viaje visual y sonoro. Con proyecciones que evocaban paisajes apocalípticos y un estribillo coreado con fuerza, Bruce Dickinson comandó a la multitud mientras las guitarras tejían una atmósfera cargada de dramatismo. Fue un claro ejemplo de cómo Iron Maiden sigue innovando sin perder su esencia. Con "Days of Future Past", la banda presentó una de las piezas más introspectivas de Senjutsu. La canción, cargada de intensidad melódica y lirismo oscuro, mostró a Bruce en una de sus interpretaciones vocales más teatrales de la noche. La batería de Nicko McBrain marcó un ritmo hipnótico mientras las guitarras creaban un muro de sonido envolvente, y las luces acentuaban la sensación de estar viajando entre dimensiones. El público, aunque menos familiarizado con la canción, se sumergió en su poderosa narrativa.


El sonido experimental de "The Time Machine" tomó al público por sorpresa y los transportó a un mundo de fantasía con tintes progresivos. La banda logró combinar armonías intrincadas con la fuerza característica del heavy metal, mientras Bruce Dickinson narraba la historia con su habitual entrega escénica.


El regreso de "The Prisoner" fue una auténtica joya para los seguidores más fieles de la banda. Con solo una interpretación previa en Argentina, durante el show de 2013, la canción se sintió como un regalo exclusivo para los fanáticos locales. Las icónicas palabras de apertura, ¡”We want information... you won’t get it!", resonaron con fuerza mientras el estadio rugía en respuesta. La pieza, un himno de rebeldía, permitió a los guitarristas Dave Murray y Adrian Smith desplegar su maestría en duelos melódicos.

"Death of the Celts", una de las composiciones más épicas de Senjutsu, ofreció un momento de introspección y grandeza en el setlist. La canción, de casi diez minutos, transportó a la audiencia a un paisaje sonoro cargado de misticismo. El bajo de Steve Harris tomó el protagonismo, guiando la narrativa con un tono grave y solemne. Mientras las guitarras construían un crescendo emocionante, las imágenes de guerreros celtas caidos en batallas épicas se proyectaban en el telón, sumergiendo al público en una experiencia cinematográfica.


"Can I Play with Madness" fue una inyección de energía pura en el corazón del concierto. Este clásico de Seventh Son of a Seventh Son desató una ola de pogo que se extendió por todo el estadio. Bruce Dickinson interactuó constantemente con el público, haciendo que la canción se sintiera aún más vibrante. Los coros, coreados a todo pulmón, reafirmaron la conexión inquebrantable entre la banda y sus fans argentinos, quienes demostraron conocer cada palabra a la perfección.

"Fear of the Dark" fue, como siempre, uno de los momentos más emotivos de la noche. Las primeras notas del icónico riff hicieron que todo el estadio encendiera sus luces y entonara al unísono este himno atemporal. Bruce Dickinson, como maestro de ceremonias, dejó que el público tomara el control en varias partes, creando un mar de voces que resonó hasta los alrededores del estadio. Con un crescendo final apoteósico, la canción reafirmó su lugar como uno de los puntos altos de cualquier show de Maiden.

El espectáculo visual fue tan colosal como el musical. Durante "Iron Maiden", Eddie Samurai irrumpió para enfrentarse al guitarrista Janick Gers, mientras un inmenso inflable de Eddie dominaba el fondo del escenario. Finalmente, en "Hell on Earth", el fuego se apoderó del escenario, cerrando el show con una demostración pirotécnica que simbolizaba la intensidad de una banda que sigue reinventándose tras casi cinco décadas de historia.


El encore, compuesto por "Hell on Earth", "The Trooper" y "Wasted Years", fue la coronación de una noche épica. Bruce Dickinson, en plena forma, agradeció al público argentino, a quienes calificó como “la mejor audiencia del mundo”. Las guitarras de Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers, junto al bajo de Steve Harris y la batería de Nicko McBrain, ofrecieron una ejecución perfecta que reafirmó por qué Iron Maiden sigue siendo una institución en el heavy metal.

Dos horas de pura magia, 15 canciones que cruzaron el tiempo y el espacio, y un público que cantó, gritó y vivió cada instante como si fuera el último. Iron Maiden volvió a demostrar que su legado es eterno, y que Buenos Aires sigue siendo uno de sus hogares predilectos en el mundo.

 

Crónica escrita por Andrés Ortiz.

Fotografías tomadas por gallo_rockpix.


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