Kanonenfieber en El Teatrito – El estruendo de la historia y el metal extremo
El jueves 4 de diciembre, El Teatrito fue escenario de uno de los debuts más esperados por la escena extrema argentina: la primera visita de Kanonenfieber, el proyecto alemán que ha revolucionado el black/death metal contemporáneo con su enfoque histórico, conceptual y profundamente humano sobre la Primera Guerra Mundial. Y si algo quedó claro de esa noche es que los alemanes vinieron a desplegar una experiencia total, en la que música, imágenes, utilería y performance se integraron en un mismo cuerpo narrativo.
Antes del asalto: Rhaug prepara el terreno
Los chicos de Rhaug, con 45 minutos de un black metal frío, impenetrable y sólido, apoyado en una guitarra hipnótica y una batería que actuó como metrónomo bélico. La banda presentó seis temas —Winter, Perpetual, Cruel, Kaiser, As It Drown, y Arrogance— con una interpretación impecable que incrementó aún más la tensión previa al plato principal. El público respondió con respeto y entusiasmo, como entendiendo que el ritual recién estaba comenzando.
KANONENFIEBER – El Teatrito convertido en trinchera
A horario puntual, las luces bajaron por completo y el escenario quedó iluminado apenas por las pantallas laterales, que mostraban documentos históricos, fragmentos de cartas, registros militares y fotografías reales de 1914-1918. El set estaba decorado con sacos terreros, alambre de púas y estructuras de madera, recreando el borde de una trinchera.
Los músicos aparecieron cubiertos en telas negras, ocultando sus rostros y reforzando la idea de anonimato: en la guerra, cualquiera puede morir; en escena, cualquiera puede ser un soldado.
El sonido fue simplemente impecable: volumen alto, fuerza arrolladora y nitidez quirúrgica, un balance difícil en un estilo tan saturado. Cada instrumento se diferenciaba nítidamente, sin perder agresividad ni densidad.
El setlist recorrió los puntos más fuertes de su discografía, ofreciendo un viaje cronológico y emocional que osciló entre el black metal marcial, el death furioso y los pasajes épicos cargados de narrativa histórica:
El arranque fue una explosión inmediata. Menschenmühle —“molino de carne humana”— es una de las piezas más emblemáticas del proyecto, y su riff inicial resonó como una descarga de artillería pesada. La banda usó imágenes reales de soldados cubiertos de barro en pantalla, creando un contraste brutal con el tremendo doble bombo. El público reaccionó al unísono: un estallido inicial que marcó el tono de la noche.
La batalla continuó con Sturmtrupp, más veloz, cortante y marcial. Esta canción sonó como una marcha de ataque: riffs repetitivos que evocan el movimiento mecánico de la infantería atravesando tierra de nadie. La batería destacó con un blast beat sostenido y limpio, y las guitarras —siempre puntiagudas— se fusionaron como engranajes de un tanque en avance.
En el momento en el que sonó Der Fusilier I, el sonido adquirió un matiz melancólico sin perder agresión. El público se mantuvo en silencio durante los pasajes narrados proyectados en pantalla, generando un momento de inmersión total. Un tema más atmosférico y emocional, basado en cartas reales de un fusilero alemán.
Por su parte, Grabenlieder fue uno de los puntos más altos del show. combinando melodías épicas con una violencia rítmica muy marcada. Las voces guturales se sintieron cavernosas, como si provinieran desde dentro de la trinchera representada en el escenario. La respuesta del público fue inmediata: pogos intensos, pero con una atención puesta en el carácter narrativo del tema.
Der Maulwurf fue rápido, incisivo y con un groove death metal más marcado. El riff principal sonó como un taladro subterráneo, acorde al concepto del “topo” en la guerra. La banda demostró su precisión milimétrica: no hubo una nota fuera de lugar.
Panzerhenker fue monumental, más pesado y denso, centrado en el trabajo de quienes destruían tanques enemigos. La guitarra sonó más gruesa y oscura, casi doom por momentos. El público bajó la cabeza en un headbanging colectivo y uniforme.
Kampf und Sturm fue una pieza furiosa que funciona casi como la columna vertebral del show. Los músicos cambiaron parte del vestuario aquí, sumando un detalle visual más. La ejecución fue impecable; la batería volvió a brillar con precisión y golpes que estremecieron el recinto.
Z-vor! Sonó cargada de energía, con un estribillo que funciona como grito de guerra. El público la recibió con uno de los pogos más grandes de la noche. Es una canción que combina black metal melódico con ritmos casi militares, reforzados por las luces sincronizadas con los bombos.
Die Havarie Marcó uno de los momentos más pesados y atmosféricos. El sonido adquirió un carácter más opresivo, evocando caos, hundimientos y destrucción masiva. El bajo —particularmente claro durante todo el show— logró generar una sensación de profundidad muy marcada.
Hacia la recta final nos encontramos con Verdun, uno de los momentos más emotivos del recital. Verdun es una canción que no solo narra, sino que transmite la sensación de agotamiento, desesperación y fatalidad que rodeó una de las batallas más largas de la historia. La banda bajó la intensidad lumínica y permitió que la interpretación cargara con todo el peso emotivo. La audiencia respondió con una ovación prolongada para rematar con Ausblutungsschlacht que en contraposición a la melancolía anterior, este tema regresó al ataque total. Rápido, agresivo y devastador. El mosh se reanudó con fuerza y las guitarras parecían ametralladoras sincronizadas. Fue uno de los temas más extremos de la noche.
Tras todo el agotamiento del canto, salto, pogos y mosh pits, los músicos procedieron a salir del escenario. Con Als die Waffen kamen de fondo.
Sin los músicos presentes en escena, se proyectó el tema en pista, acompañado de imágenes desgarradoras de documentos, telegramas y testimonios de soldados. Funcionó como un epílogo perfecto: un recordatorio de que detrás de toda la imaginería del metal extremo, hubo personas reales que vivieron y murieron en esas trincheras. Un cierre sobrio, potente y conmovedor.
Crónica escrita por Ortiz Andrés
Fotografías por Rosa Fiorella


















Comentarios
Publicar un comentario